Corazón de fuego by Gaelen Foley

Corazón de fuego by Gaelen Foley

autor:Gaelen Foley [Foley, Gaelen]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2002-01-02T00:00:00+00:00


9

Una hora después Alice se hallaba sentada ante el espejo de su habitación, descansada, recuperada y vestida con el vestido más elegante que le quedaba de los dos que había llevado a la mansión Revell. El de viaje estaba, obviamente, destrozado. Le quedaba el traje sencillo de color azul claro para usarlo como vestido matutino, pero como estaba anocheciendo, se había puesto el vestido de noche de terciopelo verde oscuro, que tenía un corte ligeramente más bajo. Era una de sus prendas favoritas, ya que el terciopelo era suave y cómodo, y la falda caía perfectamente por detrás. Tenía un escote cuadrado ribeteado con encaje de color marfil, un lazo de satén negro que se ataba por detrás de la alta cintura, y unas mangas largas y ceñidas con pequeños volantes de encaje en las muñecas. Calzaba unos zapatos de terciopelo verde y negro a juego que balanceaba despreocupadamente, mientras se cepillaba el pelo con una mirada distante y soñadora.

Todavía veía mentalmente la última imagen que había vislumbrado de Lucien mientras se desvestía para bañarse en la piscina de la gruta. Se había sacado la camisa por la cabeza, dejando al descubierto las curvas de los músculos de su espalda, su esbelta cintura y sus anchos hombros. Solo con pensar en él le flaqueaban las piernas.

Unos golpes en la puerta del cuarto la arrancaron de su ensoñación. Se levantó y fue a responder, y un criado de librea le hizo una reverencia.

—Buenas noches, señorita. Su señoría la invita a reunirse con él en la biblioteca antes de cenar. Me ha pedido que le dé esto. —Le tendió con ambas manos una pequeña almohada de satén sobre la cual había una llave.

Ella frunció el ceño y cogió la llave.

—¿Qué abre?

El lacayo se puso colorado.

—Esto… Su habitación, señorita.

—Oh —contestó ella, ruborizándose también. El corazón empezó a palpitarle de inmediato. ¿Qué significaba aquello? ¿Se trataba de otro juego psicológico como el del último encuentro que habían tenido en la biblioteca?—. ¿Le ha dicho algo más? —preguntó.

—No, señorita. ¿La acompaño a la biblioteca?

Alice le lanzó una mirada irónica.

—Conozco el camino.

Minutos más tarde, al entrar en la biblioteca, lo único que vio fueron las botas de Lucien, que tenía las piernas cruzadas a la altura de los talones y la mano colgando despreocupadamente por encima del brazo del sillón mientras balanceaba una copa de vino tinto entre los dedos. Unas sombras con cuernos danzaban a través de la oscura biblioteca, proyectadas por el contorno puntiagudo del sillón donde se hallaba sentado frente al fuego. Alice rodeó cautelosamente la butaca y lo miró.

Repantigado en el gran sillón de cuero, permanecía con la mejilla posada en el puño y el codo apoyado en el brazo del asiento. La miró a los ojos, pero no se movió ni pronunció palabra mientras ella se acercaba. El fuego encendió el anhelo en sus ojos. Sus labios esbozaron un ligero mohín, como si necesitara desesperadamente que le diera un beso.

—Hola —murmuró Alice, uniendo las manos a la espalda mientras se situaba frente a él.



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